"El descuartizador"

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“El descuartizador”
¡Que frio hacia esa noche!, que frio, Roberto caminó unos pasos hacia el vestidor, tomó del vetusto ropero su vieja campera de cuero y trató de armarse de coraje para salir a la calle rumbo a su trabajo, su labor de sereno de un taller de confección que distaba a unas seis cuadras de su casa. Le hubiera gustado conseguir otra cosa, alguna tarea más acorde con sus gustos y conocimientos: de carpintero por ejemplo, o quizás en algún taller metalúrgico, que era la última tarea que había desempeñado y que se vio obligado a dejar porque el medico de la empresa le había detectado una afección cardiaca producto del cigarro y el exceso de alimentación, ese fue el diagnostico que produjo la cesantía, después de quince años de trabajo. Nunca había sentido nada, o tal vez si, pero nada grave, alguna vez se había despertado transpirando y con dificultades para respirar, pero después de un rato los síntomas desaparecían; seguro que lo que había hecho su patrón fue tirarle unos pesos extras al doctor para poder echarlo y poner algún recomendado del político de turno. El se sentía bien, aunque un poco cansado últimamente, pero no creía estar enfermo en absoluto.
Tenia unas ganas bárbaras de quedarse ¡Estaba tan lindo adentro!, además, daban esa película que tanto habían promocionado esa semana: “El descuartizador”, por el nombre debía ser buena, de terror, como a el le gustaban, aunque después de ver una de esas y mientras cumplía con su tarea le parecía escuchar ruidos por todos lados, pero no había problemas, estaba armado y el sabia que eran sus nervios producidos por el trabajo nocturno y la tensión que le provocaba ver esos filmes. Dio un beso en la pequeña cabecita de su hijo que dormía plácidamente, se despidió de su esposa y salió a la calle. El medico, que supuestamente descubriera su afección, le había dicho entre otras cosas que no tomara frio ¡Bolazos!, el no tenia nada, seguro que el doctor estaba arreglado seguro. Caminaba despacio pese al frio, para que me voy a apurar, si igual voy a llegar pensó para si; aunque en realidad, la razón de su lentitud al andar se debía a que se agitaba con facilidad; en eso si tenia razón “el tordo”, estaba un poquito gordo, pero eso se solucionaba fácil, apenas pudiera acostumbrarse al cambio de horario se iba a organizar para jugarse un “picadito” con los muchachos todos los domingos ¡En dos o tres fines de semana se iba a poner tan flaco que no lo reconocerían!, ah también dejaría de tomar tanta agua, porque esa “panza” que tenia era por tomar tanta agua, seguro. Que frio que hace, debe estar buena la “peli”, igual que la que vi el otro día pensaba, también era de un asesino “serial”, así le decía la policía al maleante que mataba mujeres. Siguió caminando, fue al pasar por el portón ese, que siempre le llamó tanto la atención, que escuchó un ruido, siempre le había intrigado el saber que funcionaba dentro de ese lugar, alguien le dijo que arreglaban cosas de plástico; a veces se escuchaban ruidos raros, como si estuvieran aserrando huesos o algo por el estilo, tampoco ayudaba mucho para observar hacia dentro la poca luz que existía en esa zona. ¡Fue muy rápido!, de pronto, se abrió el portón y alguien de quien no podía descubrir su rostro ya que estaba cubierto por un barbijo, pañuelo o algo parecido, salió hacia fuera y dejó a un costado del cesto de residuos algo que parecía ¡Que eran!¡ Partes de un cuerpo humano!, un brazo, una pierna, una cabeza. Sintió que se ahogaba, instintivamente trató de refugiarse en el portal de la casa vecina ¡Que no lo viera!, quien fuera el embozado, ¡Que no lo viera por Dios!...
Fue el comentario del día siguiente ¡Habían encontrado muerto al “gordo” Roberto! Lo halló, en un portal cerca de su lugar de trabajo, un vecino y compañero de la infancia del “gordo”, que alertado del no regreso de su amigo, por la esposa del fallecido, había salido a buscarle.
Promediando las ocho de la mañana, lentamente avanzaba el camión municipal, encargado de la recolección de basura, “Fito”, uno de los obreros que marchaba en el vehículo advirtió a “Corcho”, el chofer, pará frente al portón aquel, que creo que han tirado unos “bultos” los del taller que arreglan cosas de plástico; el vehículo se detuvo y “Fito” salió corriendo, al llegar al lugar comentó a sus compañeros entre risas, mirá lo que era…los restos de un maniquí, se ve que no pudieron arreglarlo y lo tiraron, hay una pierna, un brazo, una cabeza…”Corcho”, con una de sus habituales “salidas” le gritó a “Fito”, Cargalo rápido y vamos, a ver si todavía creen que es un cuerpo humano, te toman por un descuartizador y terminás en “cana”. “Fito” largó una carcajada…Que rápido el “Corcho”, murmuró entre risas…El camión continuó su marcha, el obrero, cada vez que recordaba la broma de su amigo no podía evitar reírse estentóreamente, ni siquiera dejó de hacerlo al pasar frente a la casa mortuoria donde parientes y amigos velaban al “gordo” Roberto…, un doliente, que se encontraba en la puerta del lugar murmuro quedamente, las cosas de la vida, mientras alguien ríe, otros varios lloramos; En tanto dentro de la cabina del vehículo municipal “Fito” comentaba entre risas, ¡Que “chispa”!, el “Corcho”, que “chispa”, te van a tomar por un “descuartizador” me dijo…
Quienes tuvieron la posibilidad de asistir al velatorio del “gordo” Roberto cuentan que nunca vieron una expresión de terror igual a la que reflejaba el rostro del extinto ¡Jamás! ¿Quién sabe que habrá visto! Decían, ¿Quién sabe…


Santiago Ernesto Lértora
 
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