¡Andá a visitar a tus abuelos!

Un cuento
¡Andá a visitar a tus abuelos!

!Andá a visitar a tus abuelos¡ Hacia unos cuantos días que venía esperando escuchar esa frase en boca de su padre, la idea no le entusiasmaba mucho, pero sabía que ya llevaba demasiado tiempo sin darse una vuelta por la casa de sus abuelos paternos, y que tarde o temprano su progenitor iba pronunciar la consabida orden, porque no era otra cosa que eso, una orden que debía ser cumplida, bajo la amenaza de ser castigado, con la para él, tremenda pena de !Si no vas¡ !No salís mas a jugar a la pelota¡ Visitar a sus abuelos era una tarea muy penosa para Tito, era someterse a un exhaustivo examen por parte de los padres de su padre, de aseo, prolijidad, conducta y comportamiento en la calle, notas en su boletín escolar, etc. Su abuela seria, parca y de mirada penetrante lo examinaba como a un delincuente recién salido de la cárcel o al menos eso le parecía a él, mientras que su abuelo con una sonrisa que no podía definir o adjetivar lo observaba mientras hacía sonar algunas monedas en su bolsillo, en ocasiones, algunas de ellas, pasaban a los de sus propios pantalones, y ese, era uno de los pocos alicientes, que junto a la curiosidad, que siempre tuvo por recorrer las habitaciones de la vieja y gran casa de sus abuelos; hacían que con un gran esfuerzo, si no conseguía convencer a sus padres de una repentina “descompostura”, lo llevaran a caminar las 6 cuadras que separaban una casa de la otra. Siempre tuvo, a la vez que un gran deseo por conocer todas las piezas de la vivienda, bastante miedo por lo que podía encontrar dentro de ellas. Sus abuelos tenían algunos animales domésticos, entre otros un gato enorme, que no sabía bien porque pero le producía cierto resquemor cada vez que había tenido oportunidad de estar cerca de él. En las habitaciones de la vieja casa se podían encontrar adornos de diferente tipo, juguetes utilizados con ese fin, camas preparadas para recibir visitas, y que en la semioscuridad que siempre reinaba en ellas, el creía ocupadas por gente que descansaba en ellas, cuando en realidad, no eran otra cosa que almohadones que su abuela fabricaba. Pero entrar en las mismas provocaba temor, por lo menos a él. Fue en unas de esas visitas que ocurrió aquel drama que fuera tan comentado en aquella época. Era un día igual a cualquier otro día, con resignación, caminaba hacia la casa de mis abuelos mientras mentalmente elaboraba excusas que pudieran servir para hacer la visita lo más corta posible y así volver antes de que mis amigos empezaran el “picado” diario, durante el camino creyó escuchar varias veces el maullido de un gato y eso le recordó al que tenían en su casa aquellos a quienes iba a visitar, era un gato enorme, sus abuelos le habían contado que por exceso de peso el felino había enfermado del corazón, asustaba el ver un animal tan grande, a él se le ocurría que era un jaguar y no una simple mascota domestica, su madre siempre decía que tenía una imaginación prodigiosa, demasiada solía repetir… Al lado de la casa de sus abuelos vivía un ex¬¬¬¬
convicto, tenía un apellido raro, nunca se acordaba de él pero siempre le había llamado la atención su contextura física, especialmente sus hombros que aparecían como muy elevados con respecto al resto del cuerpo, su padre le comentó alguna vez que esto era así, porque en la cárcel se duerme sin almohadas y sobre un camastro muy duro, pero, refiriéndose a este vecino, que era una buena persona que solo había cometido un error y que ya lo había pagado con varios años de reclusión, por lo tanto no debíamos temerle, si tratarlo de la forma más normal, ya que molesta a quienes han estado presos el que se los trate de manera distinta y mucho menos con miedo ya que podíamos hacerlo enojar y contaban que en la cárcel se había ganado el respeto por su bravura y eso me decía, no es fácil donde hay tantos y peligrosos delincuentes. Fue ese día, ni bien terminó de llegar su abuela luego de darle un beso le pidió que le hiciera el favor de hacerle unos mandados, a la despensa y la panadería que distaba unas tres cuadras del lugar, no muy lejos para mis doce años, pero si para el reuma que ella padecía. Emprendió rápidamente la caminata, pensando en cuanto le daría de propina su abuela y que iba a hacer con ella, marchaba ensimismado en sus pensamientos y dándole rienda suelta a su frondosa imaginación, tan distraído iba que no se dio cuenta que el dinero que su abuela le había dado para hacer las compras y que tanto le había recomendado no perdiera, en vez de a su bolsillo iba a parar al suelo. No tardó demasiado en llegar a la despensa, sacó el papel donde le habían anotado que cosas tenía que comprar y ahí se dio cuenta que la plata para pagar las cosas… no estaba donde debía estar, el bolsillo de su pantalón; como si alguien le estuviera apretando fuertemente el cuello una angustia tremenda cerro su garganta ¡Justo el dinero de sus abuelos que eran tan exigentes con todo! En otras ocasiones también le había ocurrido, lo de perder algo, pero siempre cosas de su madre, que todo lo perdonaba, recordaba que ella se enojaba muchísimo ¡Cuando venga tu padre te va a matar! Decía, pero luego al ver su tristeza y lagrimas agregaba, bueno no llores ya voy a ver yo como lo arreglo, para colmo tu padre este mes trabajó muy poco por la lluvia, era distinto, ahora era dinero de sus abuelos ¡Seguro que lo iban a llamar a su padre para contarle y que me diera una buena reprimenda o paliza! No tenés que ser tan distraído le decían constantemente, pero el ya era así, era su vía de escape para olvidarse de algunas amarguras que soportaba en su casa, iba pateando una lata, imaginando que era un gran jugador de futbol o cantante famoso, que caminando encontraba una gran fortuna y sueños parecidos, por eso le pasaban cosas como ahora.
Rápidamente salió del negocio, no quería que nadie se diera cuenta de que algo le pasaba, de hecho le iban a preguntar qué le ocurría y aunque el encontrara el dinero le iban a contar a sus abuelos e igual recibiría la paliza o los retos. Caminó ligero mirando hacia abajo, tratando de ver si encontraba
El “bollito” de plata que él creía haber puesto en su bolsillo, las lagrimas y la angustia no lo dejaban ver bien, miró el viejo reloj de la iglesia, ya eran las 17,30’, en media hora más oscurecería y sería más difícil de encontrar ¿Lo habría hecho alguien ya?
No recordaba cuantas veces recorrió el camino desde la despensa hasta media cuadra de la casa de sus abuelos, no llegaba hasta la puerta misma por miedo de que al advertir su tardanza ellos se asomaran y no tuviera más remedio que decirles lo que había pasado. Oscurecía, comenzó a rezar a todos los santos habidos y por haber, su madre que era muy creyente le enseñaba todas las noches, aunque él, pese a su escasa edad ya era muy rebelde y cuestionaba ciertas creencias y oraciones que su progenitora le enseñaba
A la vez que buscaba, trataba de inventar excusas para justificar su tardanza si encontraba el dinero, ninguna le parecía lo suficientemente buena. Más que a los santos pedía a su buena madre que lo ayudara e encontrar lo perdido ¡Prometo que no la voy a hacer renegar más! se repetía mentalmente…y fue en una de esas tantas idas y vueltas que lo vio, allí estaba el “bollito” de papeles y monedas de su abuela. Llorando todavía, lo tomó y salió corriendo rumbo a la despensa, al llegar no podía hablar, los nervios, la angustia, la agitación por lo rápido de su carrera no le permitían expresar palabra, como si fuera más pequeño de lo que en realidad era simplemente alcanzó el papel donde estaba anotado lo que debía llevar al almacenero, este lo miró con gesto extraño y le preguntó ¿Vos sos el nieto de Benero no? ¿Qué te pasa? ¿Te olvidaste de hablar? En otras ocasiones se hubiera enojado, pero ahora lo único que deseaba era que lo atendiera rápidamente y volver con todo a lo de sus abuelos. Una vez que tuvo la mercadería en sus manos la puso en la bolsa de los mandados que le habían dado, ahora sí con mucho cuidado, no fuera a ser que perdiera algo más.
Corrió como nunca, en escasos minutos estaba ya en la casa de los padres de su padre, golpeó la puerta, esperó un momento pero nadie le abrió ¿Estarían en el patio? Era raro porque ya era de noche, a lo mejor su abuelo estaba encerrando las gallinas, pero su abuela con su escaso movimiento producto de sus males debía estar en la cocina como de costumbre y le habría escuchado, tomó el asa de la puerta y empujó, estaba abierta, más raro todavía porque sus abuelos eran muy desconfiados, entró, en la cocina no había nadie, tampoco en el largo pasillo que llevaba al patio ¿Dónde estarán se preguntó? ¿Arreglando alguna de las tantas habitaciones de la casa a las que le tenía tanto temor? Esperó un momento ¿Tendría que entrar a alguna de las piezas? Y si, no tenia alternativa se contestó a sí mismo, ya era muy tarde y sus padres debían estar muy preocupados al ver que no volvía…camino con recelo hacia la primera de las habitaciones que se comunicaban todas entre si, como de costumbre estaban a oscuras, se quedó un momento parado en la puerta, no tengo que tener miedo se dijo a si mismo ¡Ya soy grande dice mi padre!...esperó un momento más rogando que aparecieran sus abuelos pero esto no ocurrió, entró lentamente en la primera de las piezas, al hacerlo creyó ver en la oscuridad que algo muy grande saltaba hacia otra de las habitaciones, es mi imaginación se dijo, no tengo que leer mas esas revistas de terror, los vampiros, el hombre lobo…esas cosas no existen, tampoco tengo que escuchar tantas novelas del lobizón, de la lechiguana…todas pavadas, pero el miedo ya estaba instalado en el. Abuela gritó, o creyó gritar con voz aflautada, ya volví, te traje todo…nadie respondió, a cada minuto se sentía más asustado y ya no podía controlar el temblor de su cuerpo, entró en la pieza siguiente y esta vez sí casi se desvanece al ver o creer que estaba viendo como el inmenso gato de sus abuelos, ese al que tanto temía, se arrojaba sobre algo que había en el piso y lo destrozaba con sus afiladas uñas, quiso moverse y no pudo, que era lo que se encontraba en el suelo y que el feroz gato destrozaba con tanta saña, ¿Un niño? Si eso era, parte de su cara colgaba destrozada por las uñas y dientes del maldito gato que tanto odiaba, corrió hacia afuera sin saber cómo lo hacía porque sus piernas no respondían sus ordenes Eh ¿Adónde vas? ¿Estas loco? creyó escuchar que decía su abuelo y así era, efectivamente allí estaban sus abuelos…nos cansamos de esperarte y cruzamos a lo del vecino a ver como andaba de salud porque estuvo algo enfermo ¡Como para mandarte a buscar un remedio a vos! ¿Dónde te quedaste? Trató de contestar pero su voz había desaparecido, lo intentó de nuevo y pudo balbucear apenas; abuelo en una de las piezas hay un niño muerto ¡Lo mató el gato! Lo miraron sorprendidos
Este chico está loco dijo su abuelo, vamos a la pieza a ver que viste. Prendió la luz, en la primera habitación no encontraron nada, llegaron a la segunda y allí en el piso había tirado uno de los tantos muñecos de juguete que sus abuelos usaban como adorno, no ves dijo su abuelo, esto es lo que viste un muñeco, seguro que el gato estaba jugando con él y al verte entrar se asustó y salió corriendo, vení vamos así tomás algo y te vas para tu casa que ya es tarde. Fueron a la cocina, hacele algo a este dijo a su abuela, así se le pasa el susto le voy a decir al “chungo” que no lo deje andar tanto en la calle y mucho menos leer esas revistas que le compran si no va terminar en un loquero(chungo le decían a su padre); abuelo, por fin pudo hablar con normalidad, no era un muñeco lo que vi, era un niño con la cara destrozada y quien le había hecho eso era ese gato gigante que tienen ustedes, su abuelo soltó una carcajada, era el muñeco, lo que pasa es que vos entraste con miedo,sos cagón como tu padre, las palabras de su abuelo le provocaron rabia, su padre tendria muchos defectos pero si habia algo que no tenia era miedo, por eso siempre andaba mezclado en alguna gresca en algunos de los bares de Arrecifes cuando salía los sábados. Miró a su abuelo tratando de disimular su disgusto por lo que le había dicho y salió, no contestó nada sabía que si lo hacía no recibiría la propina que seguramente su abuelo le iba dar al acompañarlo hasta la puerta de la casa, y así fue fue, su abuelo metió la mano en su bolsillo y sacó unas cuantas monedas, tomá le dijo, por los mandados, ah decile al “chungo” cuando va a venir por acá, tengo un trabajo para él. Lentamente, cansado por las peripecias vividas ese día emprendió el camino su casa, encima ahora tendría que aguantar los retos de su padre ¡Ojalá no haya vuelto del trabajo todavía! Sino seguro que las iban a pasar mal, él y su madre por defenderlo. En el camino creyó escuchar otra vez el maullido de un gato.
Pasó una semana de aquel suceso, se enteró por unos amigos porque en su casa, en aquella época, los chicos no hablaban de esas cosas con sus padres;
en el basural habían encontrado a un niño de unos doce años muerto y con la cara destrozada…como si lo hubiera atacado con sus garras un tigre, león o …gato gigante, también decían que habían llevado preso al ex presidiario vecino de sus abuelos, que se había vuelto loco y que era el responsable de aquel cruel asesinato…Eso comentaban, pero el sintiéndose grande con sus trece recién cumplidos sabia perfectamente que el asesino había sido el gato, el gato de sus abuelos, y que lo que vio aquella noche no era un muñeco, sino un niño con la cara destrozada…y algo que nunca contó; en el rostro de ese niño ¡Creyó ver el suyo! O el del niño que el era en aquel entonces…

De la Molina
(Extraido del libro Recuerdos, poesias y cuentos)
 
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