¿A qué le llamamos Dios?

Gracias amigos del alma, por acercarse cada vez más buscando una misma sintonía en la cual expresarse, y tener informaciones concretas sobre cambios diarios, espiritualidad práctica, para escapar de las prisiones de la mente moldeada por la ignorancia que uno arrastra desde los primeros años. Es hora de darnos cuenta de que la realidad que somos, excede por millones, la mera experiencia mundana que hemos conocido hasta ahora. Hasta ahora, esa es la expresión más clara, desde este instante, estamos saliendo de la ignorancia y comprendiendo que todo aquello que creíamos que éramos, es lo que no somos, y todo lo que no nos hemos atrevido a vivir, y disfrutar, es lo que siempre hemos sido, lo que somos, lo que no podemos dejar de ser.

Es tan maravillosa nuestra verdad plena, ese ser de luz, o Yo superior , como les guste llamarlo, o como intuyan en su corazón, que es la fuente de todo poder, la visión del alma, la comprensión de una conciencia amplísima, ilimitada, que está en todo y en todos, pero que sólo unos pocos se atreven a reconocer, e inclinar su mente ante ella y permitir que obre maravillas. La sensación de la unidad, de que somos mucho más que este cuerpo, somos cuánto cuerpo hay en la creación, o como dicen los seres sublimes, sólo se trata de nosotros expresándonos en otras partes de nosotros mismos, para percibir la diversidad de la que aparentemente somos capaces, y llevar esa percepción a la unidad que subyace en todo, que permea todo, que atraviesa, que compone todo, la sinfonía más bella, la danza de la vida, que abarca en su obra prodigiosa todo lo que existe, y ahí estamos, en cada átomo, en cada molécula, en cada estrella, en el espacio que parece vacío pero en realidad esta lleno, ¿de qué? de la misma energía divina, de la que todo surge y a la que todo vuelve.

A eso le llamamos Dios, no un Dios berretongo, con nombres y formas determinados por nuestro miedo, nuestra desesperación, nuestra ceguera, nuestra soberbia, nuestros deseos inconclusos, nuestra frustración, nuestra violencia, nuestra baja estima, nuestras dudas e incredulidades, un Dios hecho a imagen y semejanza de nuestra mente humana endeble, llena de pasado y futuro, de imposiciones y mandatos, de cielos e infiernos. Eso no es Dios, y si eso fuera Dios, es lógico que las mentes de los hombres sigan generando caos, ¿qué Dios normal permitiría lo que uno sabe que sucede en la superficie? Eso no es Dios, Eso son los hombres, que engañados por su necesidad de sobrevivir sobre el espacio del otro, ven fuera de ellos a un adversario, una amenaza o un provecho, y como cada uno mas allá de su nivel de evolución es Dios en su vida, significa que es el creador de sus acciones y reacciones, de sus causas y efectos, de todo lo que genera, y vuelve multiplicado según su actitud, están convirtiendo al planeta en un infierno, en lugar del paraíso que deberíamos crear a diario. No hay que esperar a abandonar el cuerpo para irse al infierno.

No hay diablos con tridentes clavándonos en el fuego eterno. La ignorancia de nuestra potencia infinita es el infierno. Esta desazón y angustia brutales por no llegar a lo esencial es el infierno, esta falta de piedad y de compasión por uno mismo, reflejadas en el trato que le damos a los otros, es el infierno. La visión de la oscuridad en lugar de la luz resplandeciente que es nuestro derecho natural, es el infierno. NO es el infierno de las profecías, el del Papa, el de los fundamentalistas. El verdadero infierno, es vivir en determinadas condiciones cuando el corazón se ha secado y no podemos expresar amor. Cuántas veces habría que decir amor, sentirlo, exclamarlo, hacer que brote de cada poro, en cada aliento, a cada paso. Sólo el amor le da sentido a todo. Sin amor, el planeta es lo que es, una mera negociación entre mentes absurdas, que creen que existen, cuando son sólo meros reflejos de ese infierno tan temido.
Anonimo

La frase más poética y repetida hasta el hartazgo, aunque casi nunca puesta en práctica: Dios es Amor. El Amor es Dios.


 
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