“Crónica de un día de carrera”

Hoy optamos por un relato de Fernando¿Alguno se siente identificado con el?

Dormir fue cosa rara esa noche. Dio vueltas en la cama hasta marearse y en sus pensamientos corrió diez veces su carrera. Mil tácticas y muchos puestos, sin contar las veces que postergó su imaginación para visitar el sanitario (lugar de preferencia en estas ocasiones para el atleta) Bien de mañana, a eso de las 6,30’ comenzaron los preparativos. Mas bien el inventario de las cosas a llevar; la vestimenta para competir y el alimento adecuado, nutritivo y proteico de un atleta de alto rendimiento: paleta y queso ( de oferta)…Varios golpes en la puerta con tono musical, daban cuenta de la llegada de su inseparable amigo “Titi”, que lo pasaba a buscar; juntos iniciaron el camino rumbo a FO.NA.VI., donde el resto de los atletas de la agrupación se reunía a esperar el micro, que si no se rompía antes, seguramente lo haría mas adelante, pero que siempre los llevaría sanos y salvos al lugar de realización de la fecha. La ida siempre fue mas tensa, debido a los nervios reinantes, aunque nunca se perdía el ambiente familiar; ni el espíritu de grupo. Allí iba “el Coach”, calculadora en mano, tiempos a doquier, por supuesto con su maletín casi sano, como cobrador tipo rentas, tratando de recaudar fondos para el viaje. Íbamos con el tiempo justo y los atletas que participaban en el primer turno, entre ellos “el loco” Fito, Ezequiel, Tita, “Ville”, Carlitos y si podía con todos “el Coach”, se preparaban para bajar del colectivo, entrar en calor si les era posible y correr los diez kilómetros que los esperaban. Llegamos en esta ocasión a la ciudad de Baradero. Cabeza en alto, estampa de ganador y nacido en la “Cuna de Campeones”, “el Gato” hizo pie en tierra ajena decidido a buscar su destino… ¿Lo primero? Buscar un baño…Los diez kilómetros se largaron a horario y el “loco” Fito se adueñó de la punta, puesto que no resignaría. Su sobrino, Ezequiel, (mi hermano) tranquilo como siempre, trataría de lograr un buen puesto, cosa que lograría a pesar de distraerse al pasar por el riacho, donde su padre lo alentaba y le mostraba la pieza obtenida. Y al “Coach” (tantos años de carrera) se lo vio ubicarse detrás del pelotón principal para luego ir “remontando” y llegar entre los adelante. Al ver que sus compañeros obtenían buenos resultados, el “gato” se tranquilizó, sabia que estaba tan bien entrenado como ellos y después de almorzar se dedicó a descansar y a la vez a alentar a sus amigos que disputaban las pruebas de velocidad; entre ellos “El Chano”, Dalma y el popular “Juanjo” que imitaba como buen “fierrero” a Marquitos Di palma y que además decía no sentir cansancio nunca, aunque a veces solía vérselo bastante mal cuando competía. Luego correrían los mas pequeños, que participaban en pruebas de media distancia como “los Mellis” y sus hermanos, Any, Flopy, Aye, Dalmita y “Pirulin”. Ver a los mayores trotando era el aviso de que se acercaban los 3.000 metros en calle, distancia que iba a afrontar “el Gato” , su madre, María y “Titi” no veían la hora de largar, también Tita que si pudiera, correría hasta las carreras para niños, donde pasaría desapercibida por su escasa estatura. Finalmente había llegado la hora de la verdad y como todo un superhéroe, “el Gato” calzó su traje: musculosa rojinegra, los cortos y un último ajuste a los cordones de sus zapatillas. Tendría un solo rival al cual batir y ese no era otro atleta, sino el mismísimo “Tiempo”. Su meta fue siempre superarse a si mismo y al mencionado, sin importarle el puesto, o el tamaño del trofeo. El cruel reloj haría correr los minutos y segundos mas rápido que sus piernas, pero el, lucharía hasta el final…Su objetivo en aquella ocasión era bajar los 10’30”, que no era una supermarca, pero si lograba el se sentiría como todo un campeón. Después de un buen calentamiento escuchó la sirena del móvil policial encargado de preceder la carrera (música alegre al oído del atleta) para darles mayor seguridad a los participantes. Motor en marcha y el motor acelerado. Un “pique “corto algún que otro empujón de ansiedad y todos al cordón siguiendo la flecha, se había largado la carrera y mi desafío. El paso por los 1.000 metros dio unos 3’32”, no era malo ya que se sentía cómodo, pero el tiempo se reía en su cara y le daba a conocer lo que tendría que sudar y sufrir para alcanzarlo. Pasados los 1.500 metros entraba en su momento crítico, acostumbrado a darlo todo en esa distancia sabía que de ahí en más seria todo a fuerza de corazón. “Titi” se puso a su lado (sin tocarlo), se puso a “tirar”, agradeció la ayuda de su amigo, en equipo era mas fácil luchar contra resistencia del viento reinante esa tarde. Los 2.000 metros “cantaron” unos 7’00” más que alentadores, solo restaban diez cuadras y todo era posible. Su motor interno parecía explotar, bañado en sudor, con su boca abierta a mas no poder y sus brazos y piernas remando, entregando lo que no tenían…Quizás por ello, al ver tanta entrega, “el Tiempo” se apiadó de el, o tal vez derrotado le cedió aquel bendito segundo. Su reloj cronometró ¡10’29”! ¡Si!, El campeón moral con sus brazos en alto, sumido en cansancio y si importarle el puesto de arribo., ni los alardes del tipo, Eh, te ganó “fulano”, “no entraste ni a los premios”, o “¿a los cuantos llegaste?”. Que le importaba al “Gato”, si el, frente en alto, estampa de ganador y nacido en Arrecifes, Cuna de campeones, había derrotado al ¡mismísimo “Tiempo”!…

Diego Fernando Lértora
 
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